domingo, 15 de abril de 2018

ADICCIONES EN EL SIGLO XXI


Adicciones en el siglo
 XXI





Tener alguna adicción hoy día es algo muy común. Es más, lo extraño es no ser adicto a algo o a alguien. La adicción se puede entender como un estilo de vida dentro de nuestra cultura moderna y sobrepasa con creces el fenómeno de las drogas como hoy las conocemos. El caso es que vivimos en una sociedad que llama a la adicción promocionando valores como el individualismo o la competencia, valores que nos desconectan de los demás, que están muy lejos de fomentar las verdaderas relaciones Yo-Tu y que propician relaciones enfocadas a manipular al otro, en usar a nuestros semejantes como un objeto de consumo, de hecho, la adicción más extendida en nuestros días es el consumo. Esta forma de vivir crea un fenómeno conocido como dislocación social, la gente no acaba de encontrar su lugar, surgiendo crisis existenciales por no encontrarle sentido a la vida. Las crisis las combate la persona con los llamados distractores emocionales, huyendo así de sus verdaderos sentimientos y emociones y manifestándose en una incapacidad para sentir y finalmente en un vacío existencial. Así la adicción está servida porque tratamos de llenar ese vacío infructuosamente  con cualquier cosa, no tiene que ser una substancia de las conocidas usualmente como droga. Cuando hablamos de adicción nos referimos a cualquier substancia o conducta que hace a la persona esclava de sí misma en su cuerpo, en su mente o en su espíritu. El término “adicción” proviene de “a dictio”, referente a aquellas personas que seguían ciegamente (sin control ni voluntad) a un líder. Posteriormente derivó en “addictio” y se refería a aquellas personas que adquirían por deudas la calidad de esclavos (Ramos y Bonet 1991). En definitiva, el adicto es un esclavo de aquello que puede con su voluntad, ya sea una substancia (alcohol, heroína, tabaco) ya sea cualquier comportamiento compulsivo (sexo, compras, juego, pornografía, trabajo…). Ese intento de llenar un vacío existencial se convierte en una bola de nieve que hace que perdamos de vista nuestra intención verdadera: encontrar el sentido de nuestra vida.

Desde la antropología se considera ésta pérdida de sentido de la vida como una deshumanización, por lo que la adicción no es más que un síntoma de este dejar de “ser humano”. Así, en la relación de ayuda con las personas afectadas podemos substituir el manido concepto de rehabilitar (cambio o abandono de conductas adictivas) por el de rehumanizar, una rehabilitación a la que hay que sumar un verdadero encuentro con el sentido de vida (idea tomada de José Luis Cañas, profesor de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid). El adicto asigna a su adicción la fantasía de un sentido, pero esta no es más que una ilusión. Conseguir que la persona se dé cuenta de esto es parte del proceso terapéutico y eso solo puede ocurrir aquí y ahora mediante un retorno a la sensibilización con el propio cuerpo, con las emociones, con sus semejantes y en ultima instancia haciendo una toma de responsabilidad por sus acciones y desprendiéndose del apoyo externo ambiental para recurrir al autoapoyo. En resumen, hacer el camino de retorno del ser deshumanizado al ser humano.

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